viernes, 6 de agosto de 2010

No se lo digas a nadie…

Yo podría desnudarme ante tus ojos, dejar mi cuerpo a la vista de ellos ahora deslumbrados, hablarte de mis deseos más íntimos y explicarte de qué manera podrías hacerme el amor.
Te podría hablar de mi deseo por tu boca, de la corriente de luz que atraviesa el espacio que separa tus manos de mi cuerpo, del poder de mis brazos en torno a tu pecho y de muchas cosas más. Podría hablarte de las delicias de tu sexo en mi sexo, y me desnudaría ante ti sin vergüenza.

Pero si tengo que desnudarte mi alma, contarte lo que de verdad me empuja a vivir la vida, lo que he esperado de ella siempre, lo poco que tiene que ver con lo que hay, la esperanza un poco rota por que mi corazón me dice que debe, tiene que haber algo más que esto, si te hablo del intenso convencimiento de que yo podría dar mucho más de lo que doy si hubiera quien se diera cuenta de ello. Entonces sí que me siento desnudo ante ti, aunque mi cuerpo camine bajo ropa, porque mi alma es la parte de mí que casi siempre permanece oculta y hay pocas miradas que la observen y reconozcan la tibia desnudez que permanece intacta, a pesar de los pesares de la vida.

Pero esta vez, soy yo quien no se lo dirá a nadie.

No hay comentarios: