domingo, 28 de noviembre de 2010

Lógicamente...

¿Qué se espera para resolver que estamos vivos? ¿Será necesario alimentarse de adrenalina, segundos compartidos o vivir con el corazón oprimido por preguntas al prójimo que, lógicamente, nunca nos darán fallo acertado?
Insisto en concebir que la respuesta a nuestras necesidades emocionales, espirituales, en el fondo, vitales, por desgracia o por suerte, no se encuentran en la casa de vecinos ni en supermercados.
Si la estabilidad, el equilibrio y todas las condiciones aunadas que conllevan a encontrar la felicidad dependiesen del prójimo, sería aterrador.
Imaginemos por ejemplo, que jamás llegásemos a conocer a esa persona por situaciones geográficas, culturales, que haya fallecido, que haya formado vida con otra persona, etc. ¿Querría decir entonces que estaríamos condenados a la desdicha y a saborear la soledad por su lado más amargo? Sería aparte de ilógico, tremendamente desesperanzador.
Por tranquilidad y salud mental prefiero tomar el camino de la introspección. Asumir que la tarea de proveer al espíritu con la mayor cantidad de buenos momentos es absolutamente personal y no está en derroteros del destino ni menos en las manos de otros. Por cierto, que no excluyo por motivo alguno ni me permito en esta vida desestimar la oportunidad de avanzar decidido tras un inconfundible par de ojos, una boca honesta, una nariz perfecta. En resumen, cuando aparece esa mujer única.

No hay comentarios: